domingo, 23 de mayo de 2010

Azucar

Ayer apareció en la puerta de la clínica un verderón. Era una cria que había intentado su primer vuelo un poco antes de lo debido y, casualmente, allí estaba como si viniera a consulta. Lo tomé, quité el último plumón que le asomaba y probé su aleteo. Le faltaban aún un poco de fuerza, así que lo metí en una caja; en unos días, espero que pueda valerse y volverá a sus árboles.
En estos días (en los que he andado bastante distraído por otras ocupaciones), hemos recibido a Cuca. Es un mestizo de unos diez kilos, de color negro y mirada tierna. Sufría una fea herida en una de sus patas, algo le picó, o se pinchó, y se había infectado. Después de vaciar y limpiar bien la herida, mientras charlábamos con sus dueñas (madre e hija), sobre su estado general, no fueron describiendo como desde hacía unas semanas, había adelgazado, comía con ansia, bebía muchísima agua y se orinaba en casa. Al recogerlo, era como si la orina fuera pegajosa. No hizo falta más para tomar rápidamente una muestra de sangre y certificar que Cuca tenía azucar.
De todas las hormonas que hay en un organismo, la insulina es la única capaz de reducir los niveles de glucosa en la sangre. La glucosa es la gasolina del cuerpo, cuando nos movemos, respiramos, pensamos...la energía la dan los hidratos de carbono, se oxidan y producen energía. De esta forma, es necesario tener los niveles siempre en un lugar óptimo, en cualquier momento podemos necesitar su servicio; si disminuye, nos desmayamos. Pero un exceso conlleva problemas serios.
Cuando esto ocurre, el riñón intenta regular el exceso excretandola por la orina y, por osmolaridad, arrastra agua. El animal elimina más cantidad, por lo que necesita beber para compensarlo. Además, la insulina, facilita la entrada de la glucosa en las células para ser utilizada. Si es deficitaría, además de tener los niveles disparados, no se puede usar.
La hormona es una pequeña proteína, relativamente sencilla, de forma que se rompe muy facilmente. No es posible administrarla por vía oral (como la hormona tiroidea, por ejemplo), sino que hay que inyectarla. Para no tener que hacerlo a cada rato, la farmacología ha desarrollado insulinas de larga duración. Normalmente su efecto dura veinticuatro horas, funciona de forma rápida nada más ponerla, y su efecto va descendiendo gradualmente volviendo a subir a las doce horas. Así, se pincha al animal, se le da de comer para que la subida de azucar en la digestión sea neutralizada, y se vuelve a repetir la comida a las doce horas. Así vamos controlando la enfermedad (Diabetes).
Como no sabemos la cantidad exacta que el pancreas ha dejado de secretar, se empieza siempre administrando una dosis relativamente pequeña. Se mide la glucosa y se aumenta progresivamente hasta conseguir un nivel óptimo, un poco más alto que el fisiológico para evitar una posible caída brusca que provoca desmayo, convulsiones y hasta shock.
Nosotros pinchamos en la clínica los primeros días y cuando el animal ya va bien, enseñamos a los dueños a hacerlo. Cuca se estabilizó muy pronto, nos felicitamos por ello, pero pasados unos días los niveles se han vuelto a disparar.
Sospechamos enseguida de que lo estaban haciendo mal. Pero vinieron a pinchar en la clínica, delante de nosotros, y lo hacían correctamente. Esta semana seguiremos trabajando, revisaremos la dosis, cambiaremos el envase por si se ha roto la cadena de frio necesario para su conservación. Algunos animales necesitan dos inoculaciones díarias. Puede que este sea el caso, pero se complica la cosa...

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