lunes, 22 de marzo de 2010

Agrio

Supongo que es normal que en estas entradas comente los casos que por su naturaleza, dejan un regusto agrio. Me acaban de comunicar que Saylor, el rottweiler, ha muerto. Repetimos a final de semana los análisis y seguían con muy mala pinta. En lo que pensaban qué hacer, no ha habido nada que hacer. Un buen perro, una buena vida; nos queda ese consuelo.
Para rematar, ha venido Dana. Es una simpatica canichita que en abril cumplirá ocho años. En mayo del año pasado, detectamos varios tumores de mama. La operamos inmediatamente. Hay una regla que reza que cuanto antes aparece el cáncer, peor pronóstico tiene. Por suerte, no siempre se cumple, pero por oficio desconfiamos de cualquier tumor en animales jóvenes. La castramos, como está prescrito en estos casos, y la extirpamos un par de tumores de mama que, macroscopicamente, no presentaban muy mal aspecto. Los guardamos en formol, ya que prefirieron no analizarlos de inmediato. En octubre, otros dos pequeños bultos.
A pesar del desaliento de los dueños, volvimos a operarla; no habían transcurrido ni seis meses desde la primera vez. En esta ocasión, mandamos a anatomía patológica las muestras. El resultado confirmó nuestras peores sospechas. Se trata de un carcinoma sólido de grado tres. Dentro de su familia, el apellido no es de los peores, pero dentro de los grados, que indican potencia de malignidad, es el peor. Por suerte, en la muestra no se apreciaba embolización, es decir, signos de metástasis (extensión, generalmente por vía sanguinea, a otros órganos). Habíamos actuado a tiempo.
Hoy la he examinado. Sólo verla llegar, ya me ha dado el cosquilleo. Me he dicho a mí mismo que tal vez le tocara la revisión anual, o la pastilla antiparasitaria. Pero era lo que más temía. Dana tiene dos tumores en la misma zona. Uno como una moneda de euro, el otro como una de diez céntimos. Han pasado cinco meses desde la última intervención.
Por si la patología en sí no fuera suficiente problema, ahora hay que luchar con las reticencias de los dueños. Reconozco que estar operando al animal cada seis meses no es plato de gusto para nadie. Pero no hay otra forma de luchar por su vida. Esto funciona así, aparece un tumor, la operamos, se espera. Ganamos unos meses de buena calidad de vida, vuelve a aparecer otro tumor, volvemos a quitarlo. Y de esta forma vamos arañando meses. Si no la hubiesen operado por primera vez, dudo que ahora estuviera con nosotros. Bendita profesión. A ver que deciden...

No hay comentarios:

Publicar un comentario