lunes, 15 de febrero de 2010

Acabar

Tenemos la facultad de acabar con la vida a cualquier animal, sin tener más que la determinación de hacerlo. Lo hacemos para aliviar un sufrimiento gratuito, evitar un final indigno. Aceptamos de forma más o menos racional que se trata de animales, pero también son miembros de la familia.
Sé cuando vienen, nos avisan. Siempre se intenta evitar, burlar de alguna forma lo inevitable. A menudo, cuando el animal tiene por encima de diez años, el dueño viene con el temor de que ha llegado el momento. Así, habremos tenido cientos de consultas que con una simple gastroenteritis o un catarro fuerte, hemos oido el "no quiero que sufra". En otros casos, sabemos en minutos que poco vamos a poder hacer; aliviar el dolor y preparar al dueño. Por eso, sabemos cuando van a venir, nunca hay prisa. Da tiempo a hablar varias veces.
Son momentos tremendos, escenas indescriptibles; hace poco un cliente, estuvo todo el tiempo como es él, simpático y locuaz. Hasta que se derrumbó rompiendo a llorar desconsoladamente. Recuerdo a una otra buena amiga pidiendo a gritos a su perro que se despertase cuando todo había terminado. Estremece sólo recordarlo. Es lo peor.
Hoy, a primera hora, he dormido a Mimoso, un gato feliz durante casi diciseis años, cabrón como él solo, bello, enorme. Comenzamos a luchar contra lo irremediable en octubre. Al hacer el primer análisis, le clavó sus uñas a Elena hasta el alma. Los resultados no fueron nada buenos, se le puso tratamiento. Sin embargo, en diciembre estaba muy bien. Nuevas pruebas ratificaron su recuperación.Nos felicitamos por ello. Pero la semana pasada, recayó; su hígado no aguantó más.
Cuidadles mucho, queredles mucho y disfrutad del regalo de su compañía. Yo me curare jugando con todos los cachorros que tenga el gusto de recibir, hoy más que nunca...

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