miércoles, 17 de febrero de 2010

Cómo empezamos

Veterinarios existen desde siempre. En un principio dedicados casi exclusivamente a los caballos (vamos, los mecánicos de la época: herraduras Michelín, cebada Repsol...) Siglos después se empieza a cultivar la ciencia y nacen las escuelas. La primera facultad de veterinaria estuvo en donde hoy se encuentra la Biblioteca Nacional. Aquello, que eran las afueras de Madrid, se le llamaba "El Prado de los Veterinarios". Se sigue dando prioridad absoluta al cuidado y bienestar de los vehículos, esos nobles brutos, como el Percherón (diesel), El Pura Sangre (dieciseis válvulas) y el borrico (Seat Seiscientos)
En el medio rural, los veterinarios son más un oficio que una profesión. Empiezan a dedicarse a la ganadería como respuesta a un problema de salud pública (oh! aquellos días de tuberculosis, tenias de seis metros y fiebres de malta) y otro económico (mmm, si se me mueren las "vaques", estoy "jodío", así que voy a echar estos polvillos al agua para que no me pase lo que al Eufrasio... mmm, valen unos buenos cuartos, pero... mmm, lo que no me gusta es ese colorcillo azul que se le está poniendo a la leche...mmm, el toro ayer casi se monta a la burra y hoy vuelve... mmm, esta noche echo unos pocos polvos en la sopa a ver si se me anima la parienta...)
Unos años después, los perros, de los que sólo son apreciados los de caza y algun mástín para guardar rebaños y fincas, entran en las casas. Muchos descubren aquello de que son mejores que las personas. Se aprecia más el cariño de los gatos, hasta entonces dedicados a la lucha de plagas. Y los abnegados veterinarios comienzan a recibir mascotas, que son tratados con medicamentos de ganadería, que es lo que hay. Litros de Vetione® (penicilina G+streptomicina+cortisona, un coctel explosivo) son administrados por vía intramuscular salvando la vida de muchos perros. También se cargan unos cuantos, claro.
Los laboratorios farmaceuticos, esas ONGs tan queridas por todos, rápidamente detectan que se solicita mucho más Vetione® (por seguir con el ejemplo) y les cambian la etiqueta. Empiezan a entrar empresas extranjeras (sobre todo de Alemania y EE.UU.) en donde la clínica de pequeños animales está más desarrollada. y aparecen medicamentos específicos. Por poner otro ejemplo, durante años se estuvo inmunizando contra el moquillo con vacuna de sarampión, ya que el virus es similar y no había otra cosa. Ahora hay vacunas hasta de enfermedades que nunca han existido por aquí.
Muchos veterinarios comprenden que les da más dinero el tratar a las mascotas, apenas quedan caballos y además es mucho más cómodo. Nuevos profesionales salen a borbotones de facultades atestadas, y Madrid pasa de tener, digamos 15 pequeños consultorios a 300 clínicas bien equipadas en no más de 25 años.
Desde ahí, a disfrazar al perro en hallowen era una cuestión de tiempo.

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