martes, 23 de febrero de 2010

Anestesia

Hace un tiempo, quede con un amigo veterinario y me comentó que estaba agotado. Le pregunté la razón y me dijo que había tenido tres cirugías. No lo entendí, porque el que opera en su clínica es su socio, y no él. Y me contestó que era por la tensión de las anestesias. No os podeis imaginar lo mal que se pasa.
Hemos operado a un fox terrier, Lucky, de 5 años. La dueña nos lo ha traido porque se ha hecho el dueño de la casa. Y cuando se enfada, gruñe, enseña los dientes y se orina en cualquier lado. Se le castiga encerrado en la cocina y hace un charco extraordinario. Además, se lleva a matar con su hijo de 16 años, y viceversa. Debe de ser muy entretenido ver sus luchas de adolescentes, el uno le casca y el otro le muerde, el fox terrier tiene esa forma de ser toda su vida. La castración no va a arreglar todos sus problemas, pero algo ayudará.
Ibamos a empezar y, como no, ha sonado el timbre. A veces parece que los clientes están esperando en la puerta y cuando están seguros de que estamos ocupados, llaman. Y llaman varios, no va a ser uno sólo. Así qe me he quedado en el quirófano para ir anestesiandole. Para ello, siempre le ponemos un catéter, una especie de aguja de plástico, y le conectamos a una botella de suero con un sistema gota a gota. Esto nos permite disponer de una vía venosa (la más rápida), para administrar los medicamentos. Esto, una tarea sencilla cuando tienes un poco de práctica, hoy era imposible. Lucky tiene la piel dura como el cuero y se ha cargado cuatro. Cuando al fin lo he conseguido, le inyecto el propofol, y no se duerme. Más propofol, el perro tan tranquilo. Más, cae un poco. Más, fase dos (movimientos nerviosos)...le he puesto dosis como para un mastín y le he intubado. Se ha sacado el tubo. Vuelta a empezar. hasta que al final se ha dormido, un buen ratito (insisto, Michael Jackson tuvo que inyectarse una arroba)
Se queda ya estable y relajado. Pulso correcto, saturación de oxígeno en su sitio...le da por no respirar. A ventilarle, otro buen rato. Hasta que vuelve a hacerlo de forma espontanea. Suena otra vez el timbre, más clientes. Empiezo a depilar la zona, y, tatachan!, monórquido. En ese punto he pensado en coger el abrigo y marcharme a mi casa. Por suerte el testículo perdido no andaba muy lejos y se lo he podido extirpar. He ligado los vasos por cuadruplicado, porque viendo como iba el día. lo mismo se soltaba un nudo y ya lo que faltaba.
Se ha despertado en seguida, más rápido de lo normal, el bicho es un portento de nervios. Me he quedado con él vigilándole y ha venido a acurrucarse junto a mí. Menudo perro agresivo, pensaba yo. Y una hora después, se ha ido para casa tan campante, como si no le hubieramos hecho nada.
Me ha llamado su dueña por la tarde. Me dice que estaba en el sofá, tranquilo y que no había querido salir a la calle. No me extraña, con lo que lleva encima.Ya quisiera yo estar tumbado como él después de la mañanita que me ha dado!

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